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domingo, 22 de mayo de 2011

Charcot, Freud y la Histeria

Leyendo una revista me encontré con el siguiente artículo que me pareció muy interesante, escrito por Alexis Shereck.

ERAN LAS 10 DE LA  MAÑANA CUANDO JEAN-MARTIN CHARCOT, CON SU IMPONENTE PRESENCIA, INGRESO EN EL AUDITORIO DEL HOSPITAL DE LA SALPETRIERE EN AQUEL PARÍS OTOÑAL DE 1885. LO ACOMPAÑABA ALGÚN ILUSTE VISITANTE EXTRANJERO Y VARIOS DE LOS MÉDICOS QUE SOLIAN ASISTIRLO. EL SILENCIO EXPECTANTE CONGELABA LA ESCENA. MÉDICOS Y ESTUDIANTES DE MEDICINA DE TODAS PARTES DE EUROPA VIAJABAN EX PROFESO PARA PRESENCIAR DOS HORAS DE UN ESPECTÁCULO SOBRECOGEDOR: CHARCOT EL FAMOSO NEURÓLOGO FRANCÉS, PRESENTABA Y TRATABA EN PÚBLICO A SUS PACIENTES HISTÉRICAS.

 
La histeria es una neurosis cuyo cuadro clínico suele estallar en síntomas, por lo general ante ciertos acontecimientos críticos de la vida del paciente, como la adolescencia, el inicio de la vida sexual, el matrimonio, un duelo, etcétera. Se caracteriza, principalmente por una dramatización corporal, pues el conflicto inconsciente se simboliza a través del cuerpo. Axial, se pueden presentar perturbaciones en la motricidad, como contracturas musculares, parálisis de las extremidades o faciales, dificultades para caminar o trastornos de la sensibilidad, como dolores locales, jaquecas, anestesias de alguna región del cuerpo. También se pueden presentar trastornos sensoriales como ceguera, sordera o afonía. Los insomnios, desmayos y alteraciones de la conciencia, de la memoria o de la inteligencia, así como los ataques o convulsiones de aspecto epiléptico pueden, también, ser afecciones histéricas.



 
DEL ÚTERO Y LAS BRUJAS

El nombre de tan llamativo trastorno proviene de la palabra griega στέρα/hystera/ que significa “matriz” o “útero”, ya que para los antiguos griegos, sobre todo para Hipócrates, la histeria era una enfermedad orgánica de origen uterino, por lo tanto, específicamente femenina. Platón retoma esta idea en su Timeo y subraya que las mujeres llevan en su seno “un animal sin alma”. Dicha “animalidad” marca su destino hasta la Edad Media, cuando su estudio se aparta del enfoque medico y adquiere un tamiz moral y religioso con las doctrinas agustinas. Esta animalidad femenina es la expresión de la convulsión uterina y del goce sexual y, por lo tanto, del pecado, intervención directa  del demonio que poseía el cuerpo de la mujer.

Con el paso del tiempo, la histérica se convirtió en bruja y su cuerpo enajenado lo disputaron los teólogos y los médicos. A partir de la publicación, en 1487, del Tratado Malleus meleficarum –El martillo de las brujas-, de los monjes dominicos Heinrich Kraner y Jacob Sprenger, muchas histéricas fueron condenadas a la hoguera como brujas poseídas, hasta que, en el siglo XVI, el investigador Jean Wier restauro la primicia de la medicina al considerar como enfermas mentales a las mujeres que sufrían convulsiones de todo tipo.

Sin embargo, fue dos siglos después cuando Franz Anton Mesmer logro dar el paso definitivo de una concepción demoníaca de la histeria a una concepción científica. Cierto que Mesmer defendía la falsa teoría del “fluido universal” que debía ser equilibrado en el cuerpo de la mujer mediante  un proceso de “magnetizaciones” o, como lo consideraríamos hoy en día, sugestiones hipnóticas; pero la histeria se sustrajo cabalmente de la religión cuando, en 1775, este medico le gano la partida al exorcista Joseph Gassner, al demostrar que el exorcismo no era mas que un tipo de magnetismo.

Al poco tiempo, el mesmerismo caería, a su vez, en total desprestigio, y no seria hasta un siglo después, en el XIX, cuando sobre sus ruinas se desarrollaría la hipnosis. El gran Charcot rescataría dicha técnica de su gestión y la vincularía con su investigación de la histeria. Con ello comienza a pensar en esta neurosis como trastorno funcional del sistema nervioso que no podía localizarse automáticamente –su origen no era traumático- y que también se presentaba en hombres.

EL ESPECTÁCULO

Pero ese viernes frío de octubre, Charcot no escatimo. Presento a la histérica estelar, su prima donna Blanche Wittmann, “La reine des hysteriques”, quien era prototipo de la histérica y ejemplificaba a la perfección las cuatro fases que caracterizaban el ataque:

  • Aura –fugaz estadio de sensaciones olfativas y obstrucciones de la garganta-.
  • Ataque – gritos, perdida de la consciencia y rigidez muscular-.
  • Fase clónica –grandes movimientos, contorsiones y gestos teatrales y pasionales-
  • Resolución –sollozos, lágrimas y risas-.
Cuando la paciente caía en la “grande hysterie”, Charcot podía generarle un ataque hipnótico y, cual si fuera ilusionista, lograba que los síntomas desaparecieran. Así, una parálisis en el brazo izquierdo, ejemplificado histriónicamente los efectos de la hipnosis en la condición histérica.



EL MÉTODO

Las críticas llovían desde la escuela de Nancy y otros centros de investigación en Francia. Se encuentra, por ejemplo, que Jules Janet investigó a Blanche Wittmann cuando esta dejo la Salpetriere y le encontró una “segunda personalidad”, bien integrada y consciente de sui actuación como la protagonista de las cuatro fases de la histeria de Charcot, que había aprendido a representar perfectamente.

Sin embargo, ese 20 de octubre nada importaba, pues entre los espectadores se encontraba un joven neurólogo vienes, de 26 años, quien recién había llegado a realizar sus prácticas en Paris: el doctor Sigmund Freud, quien tomaba notas asombrado. Lentamente, su deseo de profesionalizarse como neurólogo  se desvanecía y una nueva pasión surgía en el. Pensaba entonces que, cuando terminara su internado en la Salpetriere –faltaban cuatro meses-, regresaría a Viena llevando bajo el brazo las inquietudes que las dramáticas demostraciones del doctor Charcot había sembrado en el.

A Marta Bernays, su prometida, le escribió lo siguiente con relación a su maestro: “mi cerebro esta lleno, como después de una función teatral. Ignoro si la semilla fructificara, pero se, en cambio, que ningún otro ser humano me ha afectado del mismo modo”. 

EL ANÁLISIS

Freud regreso a Viena decidido a concentrarse en los problemas de la mente, en general, y de la histeria, en particular. Entre 1888 y 1893 forjo un nuevo concepto de la histeria, tomando la idea charcotiana del origen traumático y ligándola a su teoría de la seducción. Según estas concepciones freudianas iniciales, la histérica en la infancia había sido victima pasiva de la seducción de un adulto, cuyo recuerdo traumático permanecía como el cuerpo extraño, un quiste cuyo filo generaría siempre dolor y discordia que serian tramitados simbólicamente através del cuerpo. Las parálisis, anestesias, ascos, desmayos –serian, en palabras de Michael Foucault- una protesta ante la condición femenina.

La magistral obra Estudios sobre la histeria de Freud surgió a partir de su colaboración con Joseph Breuer, y presenta el caso de Anna O. –estudiado y tratado por Breuer unos años atrás-, así como otros celebres casos suyos: Cacillie M., Emmy von N., Katharina y Elizabeth von R.

El propio Freud se refería a estas mujeres como sus “maestras” y “creadoras” del psicoanálisis, ya que sus aportaciones fueron valuables y permitieron no solo el giro de la hipnosis a la asociación libre en la técnica psicoanalítica, sino la modificación de la teoría freudiana: a partir de estos casos, Freud descreería del trauma real y colocaría lo traumático en el mundo sexual fantaseado del paciente, que se origina en los avatares de su deseo.

LA HISTERIA HOY

Pero, ¿Cómo es la histeria moderna? ¿Cómo se representa hoy en día? La histérica sigue presentándose como una figura seductora cuyo cuerpo sexuado, paradójicamente, sufre por encontrarse genitalmente anestesiado. Aquejada por inmensas inhibiciones sexuales, la histérica o el histérico seducen  y erotizan para defenderse de su sexualidad, para permanecer en la insatisfacción y en la tristeza. Así, pueden presentar eyaculación precoz, impotencia, frigidez y dispareunia (actos sexuales dolorosos). Todos, síntomas de un cuerpo que no puede sentir placer sexual, sino solo actuarlo, demorando por siempre la entrega.

La anorexia, la fatiga crónica, algunos casos de infertilidad y los nuevos trastornos en que el dolor se generaliza a todo el cuerpo, a las articulaciones, a la piel, pueden ser las caras nuevas de la histeria, que, en una suerte de identificación, absorben lo imaginario y se rebelan contra la posición femenina en el mundo. 




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